-Para que todos mis movimientos sean un ejemplo de gracia y belleza-decía la camella-. Ése es mi único deseo.
Practicaba una vez y otra sus piruetas, sus relevés y sus arabescos. Repetía las cinco posiciones básicas cien veces al día.
Ensayó muchos meses bajo el sol abrasador del desierto. Tenía los pies destrozados y el cuerpo dolorido por la fatiga, pero ni una sola vez pensó en desistir.
Por fin, se dijo: "Ahora soy bailarina". Anunció un recital y bailó ante un grupo de camellos y de críticos. Cuando terminó su actuación, se deshizo en una reverencia.
No hubo aplausos.
-Debo decirle con toda franqueza- dijo un miembro del público-, como crítico y como portavoz de este grupo, que es usted cachetuda y jorobada, grandota y desmañada. No es usted, como el resto de nosotros, otra cosa que un camello. Nunca ha sido ni será una bailarina de ballet.
Entre risitas y burlas, la concurrencia se disolvió por las arenas del desierto.
¡Qué equivocados están!-se dijo la camella-. He trabajado duro. No cabe duda de que soy una magnifica bailarina. Bailaré y bailaré, sólo para mí.
Así lo hizo, y disfruto muchos años.
Moraleja...Quien se quiere a sí mismo es feliz.
Me encanto esta historia me recordó a una película dirigida por un ruso sobre un artesano que hacía campanas.
ResponderEliminarBasta con aceptarse y ser feliz por uno y para uno mismo, con eso se modifica hasta nuestro entorno.
ResponderEliminar¡Gracias por la enseñanza!
¡Mis bendiciones desde Zacatecas!